sábado, 20 de septiembre de 2008

4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS

VIVIR SIN ROSSELLINI

Cuando Rossellini quería transmitir lo que era el cine decía que “nada de bellas imágenes, lo que hay son imágenes justas, imágenes necesarias”. En Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica un hombre buscaba desesperado su bicicleta acompañado de su hijo para conservar su trabajo, la aventura callejera servía como mcguffin poético desolador que mostraba la realidad social miserable de la Roma de posguerra. 4 meses, 3 semanas, 2 días es puro De Sica, puro Rossellini, puro neorrealismo italiano y nouvelle vague.
Otilia recorre a pie las calles de una pequeña ciudad rumana intentando ayudar a su amiga Gabita en su aborto de estraperlo destapando a cada paso las vergüenzas visibles y las que permanecen ocultas. Otilia recibe “los 400 golpes” de Antoine Doinel mostrando en su búsqueda – y fuga – la infame realidad de la Rumanía de Ceaucescu y, por ende, el castigo moral devastador y el miedo informe que la maldad que acompaña al poder causa a quienes lo padecen.
Como sólo las obras maestras saben, el primer plano de la película lo cuenta todo. Dos peces atrapados en su pecera resume de forma sencilla y soberbia el sentir de las protagonistas, con tan poco rara vez se dijo tanto. 4 meses, 3 semanas, 2 días – como Los niños del paraíso de Majad Majidi o ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Kiarostami - es pequeña, honesta y maravillosa contando la realidad, la ciudad, sus calles y disfrazando el miedo, las almas desarropadas, contaminadas de vulgaridad e imposibilidades; sus personajes son cercanos, frágiles héroes víctimas del lado más oscuro; los diálogos están llenos de banalidades, monotonías, silencios y crueldades cotidianas por eso nos los creemos, porque son los nuestros.
Si el guión es soberbio también lo es la dirección de Cristian Mungiu, autor verdadero con moral de travelling que aplica su moral godardiana en cada plano, como en el plano-secuencia de la celebración en casa del novio de Otilia, apabullante por tedioso e insoportable, tanto que molesta al alma por hacernos creer que somos ella y sentimos su malestar; o el noqueador plano del feto de Gabita que desmonta cualquier discurso celoso sobre manipulación. La secuencia del aborto a cargo del Dr. Bebe, un médico circunstancial mitad Corleone, mitad Señor Lobo es tan inhumana, tan imperdonable como justificable por su coherente humanidad. La mirada final a cámara - como la de Doinel al ver el mar - es el triunfo del pesimista que sabe que todo va a seguir igual.
De Sica decía que el neorrealismo es poesía, la poesía de la vida real y que por esa razón no ha muerto ni morirá nunca. Tampoco morirá el cine mientras haya una sola 4 meses, 3 semanas, 2 días. Bertolucci tenía razón, no se puede vivir sin Rossellini.

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